
Piensas en el poema que te gustaría escribir
y, en realidad, no sabes lo que piensas;
pues el verdadero poema, el que te gustaría escribir,
tan hondo está en tu pensamiento
que no acabará nunca de salir del fondo.
Sin embargo, cada mañana sales a buscarlo
con igual tesón, con el mismo empeño,
como si tu salvación diaria consistiera precisamente en eso:
en salir cada mañana a buscarlo
a sabiendas de que nunca podrás encontrarlo.