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Deseamos tanto que colapsamos,
inconscientes de nuestras limitaciones.
A todos nos gustaría abarcar todo,
pero podemos bien poco.
La evidencia abruma y deprime:
no somos dioses, sino humanos.
Pero el problema de nuestra infelicidad
no es lo escaso que podemos lograr,
sino que no logremos lo único
que en verdad podemos conseguir:
desear sólo ser lo que ya somos,
tener lo que tenemos.
Es la querencia más sofisticada
y la que más nos acercaría al olimpo:
no necesitar nada como libertad más absoluta.