martes, 26 de noviembre de 2019

La muralla



Como el que se entierra
me meto en la cama.
Takuboku.

Quería un lugar seguro para vivir,
protegido de los peligros del mundo.
Como quien construye una isla
y la rodea de mar,
levantó unos muros infranqueables.
Por fin, logra una cierta calma,
en nada parecida al sosiego,
porque pronto el antídoto
se convierte en la peor enfermedad:
nota que le cuesta respirar,
pero no hay ventanas
y todo calla y hasta el silencio se asfixia;
ninguna luz está al alcance,
es noche cerrada, sin lunas ni estrellas.
Quiere escapar, pero
comprueba con espanto que los muros
son efectivamente infranqueables:
el refugio es una cárcel
de la que ya no puede escapar.
 
 

martes, 19 de noviembre de 2019

Fuera del tiempo, en el mar



A mi amiga Mae.

Como fuera del tiempo,
en ese mundo del siempre,
donde las fechas no cierran.
Mario Quintana.

Toda una jornada por delante
para no hacer nada.
Así empiezan algunas de las historias más bellas,
que es a la vez el mismo tipo de comienzo
de las historias que no llevan a ninguna parte,
salvo al mar. Allí pasé el día,
como fuera del tiempo, en ese lugar del mundo
donde el pasado y el futuro son un presente continuo
en el que las olas vienen y vuelven a venir
sin cesar, igual que si la vida
se moviese imitando a un columpio
suspendido en la eternidad.
 
 

martes, 12 de noviembre de 2019

Las palabras del silencio



Los que no escriben saben
que escribir es fácil.
Rogelio Guedea.

Una mano escribe palabras
y las palabras no saben qué decir;
dicen, por ejemplo, abismo
sin saber qué es el abismo
ni su luz oscura del tamaño del miedo.
Porque cada poema no es más
que el reflejo de no poder escribirlo,
un álgebra de voces sin solución,
como el significado del silencio.
 
 

martes, 5 de noviembre de 2019

Y así esperan



Antes era distinto y ya era igual
que siempre. Porque el tiempo invariablemente
es joven, los hombres envejecen
frente a una caja de sueños en que se reflejan
las leyendas levantadas sobre historias
que a menudo nunca ocurrieron.
Y así esperan la muerte, para luego marcharse
sin querer saber nada de ella.