martes, 31 de julio de 2018

Alguien, muchos, quizás nadie



Me llaman Rodrigo, pero no conviene
conceder excesiva importancia a los nombres,
que acaban construyendo una identidad
que tal vez no exista o es demasiado sutil.
A mí la literatura me ayudó a superar
el contratiempo de ser alguien, con sus limitaciones
espirituales y espacio-temporales.
Convengo en que quizás sea Rodrigo,
pero también en ser muchos otros,
con la capacidad potencial con que un centro
puede desplegarse hacia tantos universos periféricos.
Escribo y ya no soy yo, sino el que escribe,
el que me lleva a un lugar otro, a un tiempo otro,
a una mente otra, ensanchando márgenes y horizontes.
Puedo encontrarme en invierno cuando estoy en verano,
tomar trenes en los que desfilan paisajes
desde la ventana de mi habitación,
pensar pensamientos que no son míos,
sentir sensaciones que yo no siento.
Mi voz, como la de un ventrílocuo,
se diluye y adopta una forma para cada poema,
una identidad distinta, aunque me llame Rodrigo,
quienquiera que sea Rodrigo, acaso nadie.

 

martes, 24 de julio de 2018

Regalo envenenado



Porque la fruición del verano trae la nostalgia
del otoño, el posible placer del estío
puede trocarse en la imposibilidad de gozarlo.
Y es que el sentimiento de alegría
está, curiosamente, muy cerca del de tristeza,
y tiende incluso a confundirse con él,
más cuanta más extrema sea su intensidad.
Son dos fuerzas, aunque contrapuestas,
unidas, como la cima y la sima.
Todo lo que la existencia tiene de bueno,
como un don gratuito ofrecido por un dios espléndido,
hace que su pérdida sea percibida
como una fatalidad inmerecida, igual de gratuita,
infligida por un dios retorcido.
Anthony Powell escribió que envejecer
es como ser penalizado por un crimen
que uno no ha cometido.
El regalo es en sí mismo un veneno:
la juventud enciende cuerpos que luego serán ceniza.

 

martes, 17 de julio de 2018

Muralla en ruinas



A veces, una verdad terrible
se oculta tras una verdad menor.
Y es que la vida está compuesta, mayoritariamente,
por espacios de tiempo en que nada sucede
y en que cualquier clase de miedo
no es más que un lejano temor.
Sobre ellos levantamos un baluarte de rutinas
con el fin de defendernos del azar hostil
y de sus sorpresas siniestras.
Nada más lejos de la realidad:
la aparente paz de los tiempos vulgares
guarda, sin que lo percibamos, una espoleta
que amenaza con dinamitarlo todo al más mínimo descuido.
Confiados, precisamente, por la calma falaz,
por la impostora tranquilidad, dejamos un día,
sin darnos cuenta, la puerta abierta,
por la que se cuela la peor de las desgracias
(la fatalidad no necesita más que una rendija
para asomarse a nuestra vida).
De repente, sin poder explicarnos cómo sucedió,
nos vemos contemplando, a nuestro alrededor,
las ruinas de la muralla tras la que nos escondíamos.

 

martes, 10 de julio de 2018

Mi amor



Cuando mi vida era un desierto a atravesar
sin agua y bajo un sol despiadado,
yo soñaba contigo, amor,
como la arena sueña con el oasis.
Porque no todo es espejismo,
el día que nos conocimos,
la aridez de los días desapareció
como si nunca hubiera existido,
como si siempre hubieras existido,
vergel donde encontré mi paz y mi destino:
abrazarte como se abrazan los versos
para componer un poema de amor.

 

martes, 3 de julio de 2018

Lo indecible



Paseas entre las cosas
y su aparente hermética condición de cosas
que callan y te ignoran;
pero, porque eres poeta,
cuentas con la fuerza de los presagios,
intuyendo el camuflaje de lo decisivo,
tan irreal es el mundo verdadero.
Y así, sobre la grisura en vela de la vida,
una llaga de luz rompe el tiempo indestructible
y colma en plenitud de clarividencia.
Porque tiene la fragilidad de las conquistas,
es un soplo eufórico sin duración,
pero con la intensidad de la más profunda belleza,
que tratas de reflejar en unos versos
como si lo indecible pudiera decirse en un poema.