“Es bonito no saber nada el uno del
otro”.
Marlon Brando a María Schneider
en El último tango en París.
Miras el mar con la pasión
con la que amarías a una mujer
desconocida.
Te alejas de lo sólido, de la tierra
firme,
para adentrarte en su universo
líquido,
allí donde las certidumbres pierden
consistencia
mientras la imaginación suelta toda
posible atadura.
Nada atrae más que el misterio,
que alimenta el deseo por la belleza
de lo oculto.
Por eso miras el mar,
porque es bonito no saber nada de él
y saber, sin embargo, lo mucho que
esconde,
igual que un poema sugiere tantas
cosas
sin tener que decirlas en sus
palabras.