Cuando el sol se marcha,
esta noche es distinta,
muy distinta, más oscura,
tan oscura que no distingues
tu cuerpo, que ya no tienes
rostro, ni conciencia, ni dolor…
Cuando el sol se marcha,
esta noche es distinta,
muy distinta, más oscura,
tan oscura que no distingues
tu cuerpo, que ya no tienes
rostro, ni conciencia, ni dolor…
¿Es que no es el deseo
más voluptuoso que la satisfacción?
Jacques Rivière.
Amar esa distancia,
sin querer recortarla,
abrazar la belleza
del espacio que nos separa,
hasta que ya no exista
el objeto de deseo,
hasta que sólo exista el deseo.
Siempre que hablas
te equivocas,
porque nunca hay correspondencia
entre lo que piensas
y lo que dices.
Si hablas, mientes;
si callas, te cuentas la verdad,
porque sólo eres dueño de las
palabras
cuando no las pronuncias.
Por eso te hiciste escritor.
¿Cómo emprenderás la búsqueda de
aquello
cuya naturaleza desconoces por
completo?
Menón.
Hay límites
más allá de los cuales es peligroso
aventurarse;
así que, en una mezcla de riesgo
y de placer, los cruzas, dejándote
llevar
en los brazos de la incertidumbre,
del misterio que, como el cielo, está
lleno de estrellas
invisibles a la luz, de estrellas
que sólo pueden verse en la
oscuridad.
La fe es una decisión por la que
afirmamos que en lo íntimo de la existencia humana hay un punto que no puede
ser sustentado ni sostenido por lo visible y comprensible, sino que linda de
tal modo con lo que no se ve, que esto le afecta y aparece como algo necesario
para su existencia. Joseph Ratzinger.
El mundo no es en absoluto
inteligible excepto a la luz de la fe. Leszek Kolakowski.
Es algo demasiado grande
como para mostrarse.
La fe es el único punto de partida,
abierta como está a la imposibilidad,
a una experiencia que nunca
será un objeto de experiencia.
Porque las palabras sólo atrapan
lo finito y contingente,
todo se convierte en balbuceo
cuando intentamos expresarlo.
No existen argumentos
para llegar hasta allí: lo
inescrutable
sólo se hace inteligible mediante la
fe.
No es lo que no conoces,
es lo que jamás podrás conocer.
Pero, ¿qué hay más absurdo
y bello que perseguirlo?
No tiene sentido. Nunca
lo tuvo, nunca lo tendrá.
Y, sin embargo, ir en su busca
quizá sea el único sentido.
Y saber
que hoy me crucé contigo,
desconocido,
y que te he visto por primera
y última vez:
una mirada, apenas,
que rozó mi vida,
estrella fugaz
en la noche de mis días.
Como un deslumbramiento,
como un relámpago,
la infalibilidad de una intuición
que no está en los sentidos,
sino en los ojos del alma,
que alcanzan a vislumbrar
el lugar donde el sueño
al fin se encuentra con la realidad.
Escribir para saber
qué quieres escribir:
la caverna es profunda
y las galerías, laberínticas.
Por ellas te internas,
como si la oscuridad te guiara.
Es así, perdiéndote,
como logras llegar al poema.