Qué sensación,
qué fluido placer
el de la lluvia
que mansamente cae
como gotas de luz
sobre tu rostro,
suavemente limpiándolo
de sucios pensamientos,
de oscuros presagios.
Qué sensación,
qué fluido placer
el de la lluvia
que mansamente cae
como gotas de luz
sobre tu rostro,
suavemente limpiándolo
de sucios pensamientos,
de oscuros presagios.
Lo inconcebible de este mundo
descubre las carencias de nuestra
lucidez.
Como un viento errático,
nuestra razón vaga sin rumbo ni
destino,
dándose encontronazos con las paredes
del álgebra
al que queremos reducir el universo.
Si el más sabio de entre los sabios
sólo fue más consciente de lo poco que
sabía,
de lo incierto de la certeza:
¿cómo osar atrevernos a tener una
opinión definida?
Todo estado de clarividencia exige
dudar
acerca de todo y contrariarse a cada
pensamiento;
quien no duda en lo que dice
no sabe lo que dice.
Así que te declaras incompetente
para tener cualquier tipo de parecer
acerca de cualquier asunto.
Optas por deshabitarte de ideas,
por despoblarte de pensamientos;
abdicas de entender
lo que no se puede entender
y dejas yerma tu inteligencia.