El truco de la vida quizá sea no
conseguir nuestros sueños.
Pongamos que uno desea, con todas sus
fuerzas,
escribir una novela. Basta entonces
pasarse el día
no escribiéndola para que el deseo de
escribirla aumente.
Y, de vez en cuando, trazar en el
papel algunas frases,
no muchas. Quien se obceca en saciar
su anhelo
acaba secándolo por completo. No hay
que llegar al objetivo,
sino viajar hacia él, de modo que la
belleza radique en el camino.
Sucede con todo: la llama del amor
está más viva que nunca
cuando dos amantes no se ven y así se
echan de menos.
Tal vez la clave esté en no conseguir
lo que queremos,
en no alcanzar nunca el horizonte de
nuestras metas,
pues es en el movimiento hacia ellas
donde reside
el grado máximo de ilusión, de
expectativa, de sugerencia.
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