Dijo Dickens acerca del tiempo
que es el más grande y más antiguo de
todos los hilanderos,
como si fuera ligando con sus
vínculos secretos
todas las cosas que han existido
y las que aún están por conocerse.
Por eso uno muere, para alcanzar la
inmortalidad;
por eso uno, en la brevedad de sus
días,
duda y, al hacerlo, descubre lo
inagotable
de la realidad, su propia alianza con
lo infinito,
como si el universo fuera un colosal
tapiz
del que con sólo tirar del hilo de
una vida
pudiera deshilvanarse lo incalculable
de las mismísimas estrellas.
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