viernes, 2 de abril de 2021

Sólo éramos nosotros

 


Demorábamos nuestros pasos

para hacer el tiempo algo más largo,

caminando de la mano, ajenos

a lo ajeno, que era todo,

porque sólo éramos nosotros

(alrededor, el mundo, no existía…)

 

Luego fue mirarnos

en la intimidad de estar solos,

cortar yo un amago de tu voz,

centinela del encanto del silencio,

mientras la luz de las farolas

inyectaba penumbra

en la intimidad de la habitación.

Tú ya desnuda a mis ojos

a pesar de estar vestida,

ávido de que el amor

tomara pronto la forma de los cuerpos,

tan encendidos con el fulgor del deseo.

 

Y, entonces, ráfaga de sensaciones

que comienzan en tus manos;

en las mías, que acarician tu rostro,

surcan su pelo, te desvisten

y te desvisten de pudor,

un poco torpes de lo excitadas.

 

El resto de la historia es conocida

para los que alguna vez amaron,

alargando la noche hasta el alba,

durmiéndose arropados

con las mantas de lo sentido.