Qué es el tiempo
sino lo
que sigue sin preguntar adónde.
Sólo
contiene su fluir, su curso inevitable,
corriendo
hacia lo otro sin descanso,
como el
vuelo de un pájaro muchas veces
o un río
en el que al bañarnos nos volvemos agua.
Sordo a
cualquier despedida, a cualquier recuerdo,
comprende
sin embargo el rumbo de no sabemos
qué
promesa. Porque el espíritu del tiempo
y el
espíritu del sueño son el mismo:
un mismo
aliento los transforma en nada.
La sombra
es entonces su huella y su destino.