domingo, 30 de octubre de 2016

Preso en las palabras



Te educan para ser alguien en la vida,
para dotarte de ciertas habilidades necesarias
para encajar en la gran fábrica del mundo,
adoctrinándonos según esa idea determinada de éxito
que consiste en el triunfo profesional, en una vida de familia
razonable y cabal, trabajo estable y sueldo fijo;
idea que a mí, concretamente, me condujo a la facultad de periodismo.
Allí, mientras aprendía aquello de los factores de comunicación,
conceptos tales como emisor, receptor, canal, código y mensaje,
paseaba mi tristeza por todas las aulas, sorteaba
mis agudas crisis de ansiedad y soñaba, romántico y rebelde,
con una sed de otra vida inalcanzable, seductora.
Terminada la carrera y tras varios años deambulando
sin rumbo ni destino por empleos absurdos y ocupaciones sin interés,
sintiéndome culpable sin saber cuál era el delito cometido,
la poesía me salvó de la desesperanza
de estar atado a la vida humana frecuentada.
Hoy, preso en las palabras, conozco lo que es la libertad.