Vivir es ir esculpiendo
la escultura de nuestra vida.
Partimos de un sencillo bloque de materia
con las propiedades del cristal
y, con el tiempo y el esfuerzo,
vamos labrando una obra de arte.
Basta sin embargo un leve empujón,
una ráfaga funesta de aire,
para que, después de tantos años
de trabajo, nuestra talla caiga
y quede reducida a pedazos.
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