Recuerdo que nos miramos por primera
vez
igual que si lleváramos toda la vida
mirándonos,
como si nos conociéramos desde
siempre.
¿En qué extraña dimensión de la
realidad
tuvo lugar aquel sueño?
Creo que los dos lo comprendimos al
instante,
de la misma manera que los grandes
pintores
atrapan al vuelo el alma de un
paisaje.
Nos buscábamos sin saberlo desde que
supimos
de nuestra propia soledad y
desamparo,
desde que entendimos que seríamos
infelices
hasta encontrarnos. Por eso
nuestra amistad comenzó tan pronto,
mucho antes de tener conocimiento ni
siquiera
el uno de la existencia del otro.
Nos vimos y ya nos conocíamos;
nos incorporamos, de hecho, a un
momento
ya muy avanzado de nuestra historia,
descubriendo el mucho camino andado
juntos,
el prodigio de una amistad
que quizás nació antes del mundo
y que habrá de prolongarse
hasta más allá del fin de los
tiempos.
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