Flota en la realidad,
imitando a una sombra que se aproxima
lentamente,
una verdad de inquietante enunciado:
cualquiera puede ser un loco,
sobre todo cualquiera que aspire a la
clarividencia.
Por supuesto, es el tipo de teoría
que cualquier lunático rechazaría de
plano,
como si hubiera fronteras precisas
y, bailando en ellas, no reinara el
miedo
que un supuesto cuerdo tiene sobre sí
mismo.
No hay nada más difícil
que mirar a los ojos de una verdad
desnuda:
en el epicentro de la lucidez
se halla la locura más absoluta.
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