Huimos sin saber de qué, ni hacia
dónde,
buscando quizá conocer alguna pista,
alguna razón sobre nuestra huida.
Porque somos el reflejo del mundo
y el mundo parece un océano
que no cabe en sí mismo,
en la amplitud de sus horizontes
desmedidos.
Nuestro deseo es el espejo del
universo
y su locura, desbordado de vientos
y lluvias, de cielos e infiernos,
de sentimientos de almas que no caben
en cuerpos,
que se dilatan y huyen de sí mismas,
como si tanta vida las matara,
ahogándolas, ahogándonos de infinito.
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