martes, 26 de noviembre de 2019

La muralla



Como el que se entierra
me meto en la cama.
Takuboku.

Quería un lugar seguro para vivir,
protegido de los peligros del mundo.
Como quien construye una isla
y la rodea de mar,
levantó unos muros infranqueables.
Por fin, logra una cierta calma,
en nada parecida al sosiego,
porque pronto el antídoto
se convierte en la peor enfermedad:
nota que le cuesta respirar,
pero no hay ventanas
y todo calla y hasta el silencio se asfixia;
ninguna luz está al alcance,
es noche cerrada, sin lunas ni estrellas.
Quiere escapar, pero
comprueba con espanto que los muros
son efectivamente infranqueables:
el refugio es una cárcel
de la que ya no puede escapar.