Avanzo sin determinación,
con pies inciertos pero inapelables,
hacia el horizonte de mi futuro.
Y son mis pasos taciturnos,
reticentes del sentido de darlos.
Huérfano del saber para qué,
sonámbulo del insomnio de estar vivo,
voy huyendo en la misma dirección en la
que vivo,
marchando errabundo tras la estela
que me marca el albur, cada vez más
confuso
por la beligerancia con que me trata la
vida,
cada vez más extraviado en este viaje
sin mapas.
Y este caminar hacia ninguna parte
que es siempre caminar hacia el final,
hace irrelevante la pena sufrida.
Pero el trayecto, al parecer, aún
prosigue…