Como desde detrás de ti mismo,
te has visto contemplando el mar y el
cielo.
Qué pequeña la conciencia de tanta
infinitud inabarcable,
qué plenitud del paisaje inasible.
Más sereno, más insignificante que
nunca,
has perdido el pulso,
vaciándote de contenido.
Y, muriendo como el que se muere
dormido,
has olvidado haber vivido.