martes, 20 de febrero de 2018

Ciudades



Es como si cada uno de nosotros
fuera una ciudad que nunca acaba.
En ella existen fastuosos palacios,
pero también casas en ruinas,
lugares sagrados a veces cerca de prostíbulos,
zonas verdes y frío asfalto,
edificios de oficinas y lugares de ocio y descanso.
Por supuesto, mucha gente ha estado en ella,
pero algunos sólo estuvieron como turistas,
de paso. Otros, en cambio,
se mueven con soltura en ciertos barrios,
por sus bares, sus comercios, sus aceras.
No obstante, también hay calles
que ninguna persona ha transitado.
Nadie podría hacerse una idea fiel
de todo lo que una ciudad esconde:
se necesitaría toda una vida y sería insuficiente.
Ni siquiera el amo de la ciudad
la conoce por completo. Siempre quedan
rincones, pasadizos, callejones ignorados.
Da cierto miedo sentirse, en ocasiones, un extranjero
en tu propia ciudad; pero también alegría
de poder seguir descubriéndola, ilimitada, infinita.