martes, 6 de febrero de 2018

Sin destino conocido



De un tiempo a esta parte se ha vuelto muy difícil la vida.
Todo es tan disparatado que nada es del todo creíble
y, a la vez, se puede creer en lo increíble.
Tantas cosas que desafían el entendimiento…
Ni siquiera puede uno fiarse de lo que ven sus propios ojos,
ya que muy poco es lo que aparenta ser.
Así que lo normal es apartar la vista.
En ocasiones es el propio cansancio de resistir el caos
el que te cierra los párpados.
En estas condiciones, es fácil sentirse desconcertado.
Incluso las palabras, herméticas,
parecen codiciar la incomunicación,
y no hay respuesta a ninguna pregunta
que no se incline por acogerse a su derecho de guardar silencio.
Sin saber cómo actuar, resulta imposible pensar.
Es frecuente, por eso, confundir un sueño
con un recuerdo o un elemento real.
Todo punto de apoyo desaparece
como volutas de humo difuminándose en el aire.
La anarquía se adueña del propio cuerpo:
pasas de la excitación al letargo, del empeño a la corrosión.
Y lo terrible no es asimilar que hubo otra vida
que ha dejado de existir,
sino aceptar esta otra que ha venido en su lugar:
una vida sin retorno y sin destino conocido.