martes, 17 de julio de 2018

Muralla en ruinas



A veces, una verdad terrible
se oculta tras una verdad menor.
Y es que la vida está compuesta, mayoritariamente,
por espacios de tiempo en que nada sucede
y en que cualquier clase de miedo
no es más que un lejano temor.
Sobre ellos levantamos un baluarte de rutinas
con el fin de defendernos del azar hostil
y de sus sorpresas siniestras.
Nada más lejos de la realidad:
la aparente paz de los tiempos vulgares
guarda, sin que lo percibamos, una espoleta
que amenaza con dinamitarlo todo al más mínimo descuido.
Confiados, precisamente, por la calma falaz,
por la impostora tranquilidad, dejamos un día,
sin darnos cuenta, la puerta abierta,
por la que se cuela la peor de las desgracias
(la fatalidad no necesita más que una rendija
para asomarse a nuestra vida).
De repente, sin poder explicarnos cómo sucedió,
nos vemos contemplando, a nuestro alrededor,
las ruinas de la muralla tras la que nos escondíamos.