martes, 31 de julio de 2018

Alguien, muchos, quizás nadie



Me llaman Rodrigo, pero no conviene
conceder excesiva importancia a los nombres,
que acaban construyendo una identidad
que tal vez no exista o es demasiado sutil.
A mí la literatura me ayudó a superar
el contratiempo de ser alguien, con sus limitaciones
espirituales y espacio-temporales.
Convengo en que quizás sea Rodrigo,
pero también en ser muchos otros,
con la capacidad potencial con que un centro
puede desplegarse hacia tantos universos periféricos.
Escribo y ya no soy yo, sino el que escribe,
el que me lleva a un lugar otro, a un tiempo otro,
a una mente otra, ensanchando márgenes y horizontes.
Puedo encontrarme en invierno cuando estoy en verano,
tomar trenes en los que desfilan paisajes
desde la ventana de mi habitación,
pensar pensamientos que no son míos,
sentir sensaciones que yo no siento.
Mi voz, como la de un ventrílocuo,
se diluye y adopta una forma para cada poema,
una identidad distinta, aunque me llame Rodrigo,
quienquiera que sea Rodrigo, acaso nadie.