Comenzó a vivir fuera del juego,
comenzó a vivir
cuando abrió la puerta de su casa
y se fue de paseo.
Sin dar explicaciones de adónde iba
ni preocuparse de saberlo,
hizo del tránsito su destino.
Bajo el placer de esa sensación
de caminar por caminar,
pensó que ya no quería volver
a ningún lugar ni conocer
otra patria que el paseo,
el viaje sin nombre ni rastro,
como palabras que, al escribirse,
se van borrando para hacerse
poema.
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