Miras el mundo y sus cosas
y ves cómo no dejan de agitarse
en un movimiento misteriosamente
inagotable.
Sin reparar en ti, casi remotas,
ajenas,
se enredan en la incertidumbre y la
ambigüedad;
nunca en el sí o el no, sino en el sí
y no a un tiempo,
y el quizá, y el quién sabe.
Miras, absorto, tal que el silencio
fuera diciéndolo todo, cómo
las cosas del mundo se acercan y se
alejan,
y se enzarzan, y se confunden,
igual que la muerte con el sueño que
es la vida.
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