Escribir no es un oficio, sino una
necesidad, un destino.
Rafael Narbona.
Avanza el poeta entre tinieblas,
con la mirada atenta
a cualquier atisbo de luz
en medio de su penumbra existencial,
ese enorme campo abierto
entre piezas que no terminan,
ni terminarán nunca, de encajar.
Toda su poesía se sustenta
en esa voluntad y en esa incapacidad,
en ese deseo irreversible,
incurable, sin remedio,
que se alimenta de su imposibilidad
de ser colmado:
el enigma le constituye;
descifrarlo quizá le destruiría.
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